¡Aguanta tu carro pues hijita!
No se ama a quien no se conoce
No eres tan especial hermana. Ella hace lo mismo con todas
¡Hola! Aquí estoy otra vez, en la misma mesa, frente a la misma ventana, bajo la misma lupa que yo solita me puse.
¿Me extrañaste?
Amanece pronto. Se escuchan los pasos galopantes oxidados de un nuevo fanático trotador queriendo cambiar de rutina. Tiene el jadeo típico del que corre pero fuma. Estoy adivinando que lo empuja una familiar firme promesa que no cumplirá. La de volverse a levantar temprano mañana.
Lo miro con ternura. Se parece a mí y a mi soledad de hace un tiempo.
Mi té helado de frambuesa recién servido se ve delicioso y refrescante. El hielo que contiene el vaso de vidrio se manifiesta tentador y húmedo en el exterior. Hace un calor del carajo aunque es invierno, pero yo no puedo parar de escribir.
Creo que tengo fiebre.
Hace tiempo que no me sentía así.
Ni el hambre, ni mi inoportuna vejiga me harán levantarme de este sillón acomodado frente a mis recuerdos, para contarte otra de mis historias.
¡He dicho!
(30 min. de silencio).
Sorry, me llamó mi novia. Seguimos.
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“Las decisiones rápidas son decisiones inseguras”. Sófocles.
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Cuando conocí a Nohelia Bejar yo atravesaba una mala racha en mi vida. Salía de una pseuda relación que estaba a punto de terminar en catástrofe. Mi trabajo soñado se había convertido en una pesadilla sin salida. Mi familia se mudaba al otro lado del mundo y me sentía sola como una rata.
Apabullada y con el ego por los suelos, Nohelia apareció como una luz enceguecedora que se colaba en mi retina, un día de Julio cerquita a las festividades como hoy.
Me la presentó una amiga que tiene fama de casamentera, en una fiesta a la que asistí por obra y gracia del espíritu del alcohol y las malas costumbres.
Conectamos al final de la noche aunque durante la reunión estuvimos a solas varias veces sin decirnos ni pío. Ella preguntó si tenía fuego y yo hice una broma estúpida con mi pulgar simulando un encendedor. Reímos y así empezó todo.
Debo confesar que la corretee un poco. La invité a salir unas diez veces y nunca podía. Un día se le acabaron las excusas y decidió verme. Yo saltaba en una pata.
La pasamos muy bien. Conversamos de todo un poco. Cada vez se me hacía más interesante. El vino iba y venía. Mi casa se convirtió en el punto de quiebre. Pasamos la noche juntas entre risas y juegos cariñosos.
Nos quedamos dormidas abrazaditas.
¡Qué bien la estaba pasando!
Nohelia se fue temprano después de desayunar. Los mensajes no se hicieron esperar durante el día. Yo me sentía una colegiala. Todo bien hasta ahí.
(#CuidadoSiTePasaEstaWebaa)
Esa misma noche me disponía a mirar una película en casa, así que preparé pasta con salsa bolognesa y abrí un vino de cosecha buena para engreírme un poco (Amo estar sola). Iba poniendo el queso rallado sobre mi delicioso platillo, cuando Nohelia me llamó al celular. Después de hablar por breves segundos sobre cualquier cosa, me preguntó si estaba en casa. Respondí que sí y me dijo que se encontraba en mi puerta, colgada de mi WI-FI.
Soy una tipa con costumbres arraigadas. Jamás aparecería en casa de alguien sin avisar antes. Me pareció raro pero le abrí y pasamos una noche bonita.
Al otro día, mi día empezaba ajetreado y muy temprano. Tenía reuniones pendientes y cientos de mails que leer y atender.
Nohelia aún no se despertaba y me dio pena levantarla, así que le dejé una nota diciéndole que debía irme a trabajar, que en el freezer había zumo de naranja, que la pasé increíble y que nos veíamos otro día.
Esa tarde llegué a casa de un humor de perros. Hacía demasiado tráfico afuera y necesitaba un té bien hecho.
Lo primero que percibí al entrar a mi casa fue que tenía olor a goma de mascar o algo parecido. Me asomé a la sala que al parecer había sido reorganizada. La mesa del comedor estaba decorada para dos. Encontré a Nohelia sentada en mi escritorio utilizando mi laptop, revisando uno por uno mis archivos.
(#PorQueAMiCsmPorQué).
No entendía nada. Me pareció una completa invasión de privacidad. No era posible que alguien que no conozco y que solo he visto un par de veces, se tome atribuciones tan personales. Ciertamente me sentí algo culpable por haber roto mi regla de “No mujeres en mi casa”. Esa regla estaba clavada con fierro en mi cerebro precisamente por este tipo de casos.
Me resigné y me dije a mi misma: “Ya está hecho. Eres una bestia Nella. ¿Cómo la dejas sola en tu casa? Come lo que preparó y que se vaya”.
En ese almuerzo no pude decirle lo incómoda que me había sentido, en cambio terminamos hablando de nuestra infancia y de cosas profundas que nos habrían marcado el carácter.
La verdad es que Nohelia era muy entretenida y detallista. La química estaba allí, pendiendo entre nuestras caras y olvidé el incidente pasado.
Esa noche se quedó pero se fue temprano. La vi durante la semana un par de veces en algún restaurant o café. Ella tenía algo extraño que no podía definir. Comía de mi plato, subía los pies en el asiento de mi auto. Cogía mi celular sin permiso. Me miraba mucho, no sé, tal vez yo ya estaba un poco cerrada con el tema.
Un jueves como hoy, estaba hablando amenamente con mi querida amiga Patuzka, que había llegado de visita con su pequeña Lilia, mi adoración, cuando de pronto Nohelia me envió un mensaje.
Estaba afuera otra maldita vez sin avisarme y con su mejor amiga porque quería que la conozca.
¡Me estalló la cabeza de cólera! Le conté a Patuzka rápidamente la situación, sintiendo que tal vez mi manera cuadriculada de vivir y pensar eran erróneos en cuanto a estas cosas.
Patuzka me dijo que era raro pero que solo era cuestión de hablar con ella y explicarle que es lo que no me gustaba.
La mejor amiga de Nohelia me cayó bien y todos pasamos un buen rato ese día, pero yo ya tenía revoloteando en mi cabeza que algo no cuajaba para nada.
Pasaron los días y los mensajes se hicieron un poco melosos, así que ya no quise contestar con la misma disposición de antes. Me escribía como si estuviera planeando un futuro conmigo y yo tenía claro que no quería ninguno con nadie. No al menos, hasta sentir que realmente deseaba uno.
El tiempo que te tomas en conocer a la persona con la que deseas entablar alguna relación es básico. Enamorarte de alguien que no sabes quién es, es querer enamorarte por necesidad. No te enamoras de ella, te enamoras de ti, de ese estado que te encanta sentir. Eso no es amor pues hijita, es suicidio.
Se apareció en mi casa muchas veces más. Bajé algunas veces con notoria incomodidad pero parecía que ella no se daba cuenta. Ya no había contacto de ningún tipo.
Decidí tomar al toro por las astas y le dije que no quería continuar viéndola, un día que nos encontramos en una fiesta y se me pegó como chicle.
Hacía más de un mes que no la veía y ya no respondía sus mensajes, pero ella juraba que estábamos juntas y que la noticia era inesperada. Me pedía que me tome un tiempo para pensarlo bien o que le diga que tal vez las cosas cambien en mis ganas más adelante.
Cuando alguien termina contigo, sea por arrebatada o por una sincera razón, dile: CHAU. No te quedes a mendigar amor por favor. No le hagas eso a tu corazón, luego es más difícil sanarlo.
Bueno, luego de mi rotunda negativa, Nohelia en mención me hizo añicos en todos los círculos sociales que pudo. Contaba una historia en donde yo, la villana del cuento, la había hecho creer que iba en serio. Habló con algunas amigas mías y dio su versión del asunto. Llegó a contactar a mi mamá, a la que le dio ataque de risa mientras me leía el mensaje de esta chica. Me reventaba el teléfono de madrugada. Me la encontraba casi por arte de magia hasta en la sopa. Se chapaba gente en mi literalmente cara (a menos de medio centímetro), con un ojo abierto para asegurarse que la estaba mirando. Luego quería leerme escritos que había hecho sobre mí a cualquier hora por teléfono. Me decía que me amaba. Lloraba. Un lío terrible.
No se ama a quien no se conoce. No se confía en alguien que te dice que te ama tan pronto. No te creas especial. Ella siempre fue así con todos. Simple.
Han pasado muchos, muchos años desde ese incidente. Hace no mucho me escribió al Facebook un testamento con la excusa de saludar y desearme suerte en el amor. Se me escarapeló el cuerpo. No respondí ni responderé.
Me quedé pensando en si mudarme a la China o a Constantinopla si es que me decía otra vez que estaba fuera de mi casa colgada de mi WI-FI.
Marianella Castro Robles.
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Ilustraciones de la talentosa: Andrea Barreda
https://www.facebook.com/andreabarreda.art